Bueno, pues como les había prometido, aquí están las otras dos anécdotas de mi querida tía Charo.
En el edificio donde vive mi tía, hay un dentista, que además es casualmente vecino de mi tía frente por frente, en la cuarta planta.
Un buen día mi tía, entró en el ascensor con una señora cuya mejilla izquierda estaba hinchada, y en ella apoyaba la mano, cuyo brazo se acodaba al mismo tiempo sobre el otro brazo, mi tía ni corta ni perezosa va y le pregunta:
-Uy, hay que ver lo fastidioso que son los dolores de muela, verdad?.
A lo que la señora con mirada extraña y perturbada le contesta:
-No, que va, pero si esto que tengo en la cara es de nacimiento, yo voy al octavo a ver a mi hermano…
Y otra buena, fue cuando mi tía tenía ingresado en el hospital a mi tío, y claro, como a mi tía charo le gusta hablar tanto con la gente pues charlaba con el vecino de cama, con los de la habitación de enfrente , con las enfermeras, las limpiadoras, los médicos y con toda la planta vamos, así que un buen día entró en la habitación contigüa para darle la enhorabuena al paciente que ya se marchaba esa mañana, pues mi tía estaba enterada de todos los pormenores de la planta, y saludó a ese señor:
-Qué, don Manuel, ya nos vamos hoy, no?.
A lo que el pobre hombre contestó con cierto aire de escepticismo:
- ¿A sí?, pero si acabo de entrar.
Mi tía para no seguir liándola, prefirió emprender rápidamente la huida excusándose de que eso es lo que le habían dicho mientras los colores de su cara se tornaban en el amplio espectro del arco iris, pues cuando ya lo había soltado se dio cuenta de que Manuel, no era Manuel, sino Perico de los Palotes al que acababan de ingresar y que don Manuel ya estaría a esa hora en su casa. Y es que lo que no le pasa a mi tía. Otro día les contaremos la graciosa anécdota del facineroso.
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