lunes, 21 de abril de 2008

Anécdotas de una tía

No, no me refiero con tía, a una chavala o guayabo, me refiero a la hermana de mi madre, mi tía Charo, que le ocurren cada cosa que son dignas de contar en este blog.

Un buen día iba mi tía paseando por la calle con su marido, cuando uno de los chavales que jugaban a la pelota gritó:
-¡Cuidado, que le vas a dar a la vieja!.
Mi ingenua tía Charo, miró para atrás a ver donde estaba la vieja a la que le podían dar un pelotazo, pero cual fue su sorpresa al ver que detrás de ella no venía nadie, y por tanto llegó a la triste conclusión de que la vieja era ella.

Otro día, llegaron a mi casa mi querida tía Charo con mi tía Mariana, esta última se tuvo que sentar en una silla desternillada de risa, e intentando contar lo que había pasado, pero le fue imposible, así que tuvo que contárnoslo mi tía Charo: resulta que aquella lluviosa mañana entraron las dos en una tienda de todo a cien, después de echar un vistazo por allí y cuando ya se disponían a marcharse, mi tía Charo se quedó mirando un paragüero que había junto a la puerta y dijo:
-Uy Mariana, no me había dado cuenta, que paragüas tan bonitos.
-Sí, son preciosos, contestó Mariana.
-Uy, pero están todos mojados…
A lo que seguidamente mi tía contestó como buenamente pudo y sin caerse al suelo de la risa:
-Claro Charo, son de la gente, que los deja ahí para no mojar la tienda.
Para no alargarnos, otro día contaremos la anécdota del ascensor y la del hospital, a cual más buena.

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